DIEZ PRINCIPIOS PARA MEJORAR LA AUTOESTIMA FAMILIAR
16.10.2013 10:50
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Diez ideas potentes para proteger a tu familia de la rutina, el individualismo, la ruptura y las frustraciones.
- Disponibilidad
Consiste en dedicar tiempo a atender a nuestros hijos y esposo/a. Con los adolescentes, por ejemplo, no vale lo de, “este tema ya lo hablaremos el sábado con tranquilidad, cariño”. Para el sábado, tu hija de 13 años ya se ha emborrachado y con una amiga y van a hacer lo que se les ocurra, porque el padre estaba “no disponible”.
Hay que estar disponible, porque hay problemas que sólo se arreglan en el momento en que el otro se anima a plantearlo y pide ser escuchado. Recordemos que nuestros padres, al morir, sólo nos dejan realmente el tiempo que pasaron con nosotros. Demos tiempo al otro.
- Comunicación padres-hijos:
Que los padres hablen menos y escuchen más.
En muchas familias, cuando un padre o madre dice “hijo, tenemos que hablar”, el muchacho piensa “uy, malo, malo”.
¿Por qué? Porque sabe que los padres cuando dicen “tenemos que hablar” quieren decir “te voy a dar un discurso por algo que no me ha gustado”.
Esto cambiaría si los padres se hicieran un propósito: dedicar el 75% a escuchar y sólo el 25% a hablar.
Escuchar a los hijos (o al cónyuge, a cualquiera) es un esfuerzo activo. Hay que soltar el diario, quitar el volumen de la TV, girar la cabeza hacia quien te habla, mirar a los ojos, expresar atención.
Eso es escucha activa, que es la que sirve para mejorar la autoestima de tu familia.
- Coherencia en los padres y autoexigencia en los hijos.
Uno es coherente cuando lo que piensa, siente, dice y hace es una sola y misma cosa.
No tiene sentido decirle a los niños desde el sofá: “eh, vosotros, ayudad a mamá a quitar la mesa”. Hay que dar ejemplo primero.
Tú, padre, has de quitar la mesa durante 5 días, que te vean. El quinto día dices a tu hijo: “venga, ahora entre los dos”. Y dos días después: “estoy orgulloso de ti, ahora ya has aprendido y ya puedes quitar la mesa tú sólo”. Y él se sentirá orgulloso de quitar la mesa.
Así aprenden a autoexigirse, que es mucho mejor que tenerlos vigilados 24 horas al día.
Este es un progenitor potenciador, motivador, animador y protector al mismo tiempo.
También pedimos a los niños que estudien pero ¿nos ven a nosotros estudiar, leer revistas de nuestro oficio, ponernos al día en nuestra especialidad?
Hemos de poder decir: “mirad, hijos, nosotros también estudiamos”.
- Tener iniciativa, inquietudes y buen humor, especialmente con el cónyuge
Estos tres factores son útiles para la autoestima familiar.
El buen humor no debe escasear. La rutina es un enemigo en las relaciones conyugales y con los hijos.
El punto clave es que haya creatividad e iniciativa en la vida de pareja y eso se contagiará a toda la familia.
Las mejores horas deben ser para compartir con el esposo o esposa. Ser papá o mamá no debe hacernos olvidar que somos “tú y yo, cariño, nosotros”.
Creatividad e iniciativa protegen a la pareja de la rutina.
Cuando hay rutina, es fácil que uno de los dos busque la “magia” añorada fuera, en otras relaciones. Por el contrario, si la pareja va bien, los hijos aprenden su “educación sentimental” simplemente viendo cómo se tratan papá y mamá, viendo que se admiran, se halagan, se alaban, son cómplices. “Cuando sea mayor trataré a mi mujer como papá a mamá”, piensan los niños entusiasmados.
Eso les da autoestima.
- Aceptar nuestras limitaciones, y las de los nuestros
Hay que conocer y aceptar tus limitaciones, las de tu cónyuge, las de tus hijos.
Es importantísimo no criticar al otro ante la familia, no criticar a tu cónyuge ante los niños, o a un niño ante los hermanos, comparando a un hermano “bueno” con uno “malo”. Eso hace sufrir al hijo y le quita autoestima.
Es mucho mas “sano” llevarlo aparte y hablar.
- Reconocer y reafirmar lo que vale la otra persona
Seamos sinceros: no tiene sentido que andemos llamando “campeón” a nuestro niño que nunca ha ganado nada.
Si ha perdido un partido de fútbol, no le llames campeón.
Ha de aprender a tolerar la frustración, acompañándolo, eso sí.
También hemos de saber (grandes y pequeños) que somos buenos en unas cosas y no en otras. “Hijo, pareces bueno en A y en B, pero creo que C no es lo tuyo”.
Reafirmemos al otro en lo que vale y se verá a sí mismo como lo que es, una persona valiosa.
- Estimular la autonomía personal
Uno se hace bueno a medida que va haciendo cosas buenas.
Es importante que lo entiendan los hijos.
Lo que se hace es importante: hacer cosas buenas nos hace ser buenos a nosotros. Esta idea ayuda a tener autonomía personal, hacer las cosas por nosotros mismos, para mejorar nosotros.
- Diseñar un proyecto personal
No irás muy lejos si no sabes donde quieres ir. Quedarte quieto no es lo mejor, uno tiende a quedarse atrás.
Has de tener un proyecto personal para crecer, atender y ayudar a discernir y potenciar los proyectos de los tuyos.
- Tener un nivel de aspiraciones alto, pero realista
Hemos de jugar entre lo posible y lo deseable.
Si aspiramos alto, nos valoraremos bien, tendremos autoestima. Pero, ¿es factible?
Debemos conjugar un alto nivel de aspiraciones con la realidad de nuestras capacidades y recursos.
- Elijamos buenos amigos y amigas
El individualismo es el cáncer del siglo XXI.
Nosotros y nuestros hijos estamos atados a máquinas gratificantes: el DVD, la TV, la videoconsola, Internet…
El trabajo en solitario va minando la amistad verdadera.
Sin embargo, necesitamos más que nunca amigos, personas con los que compartir horas de conversación sinceras y esclarecedora, amistades sinceras que te apoyen y te conozcan auténticamente, que te acepten con tus faltas y potencien lo mejor de ti.
Seleccionar amigos así para ti y para los tuyos es la mejor inversión.
Ideas a considerar:
- Lo naturalizado tiende a percibirse como obvio, mientras que lo que obvio desnaturaliza las vivencias y pierde fuerza de modelo.
- La autoestima, el amarse y el amar, no es obvio…Es necesario verbalizarlo.
Piénsalo. Cuando sientas amor, orgullo o enojo, comunícalo.
- El sufrimiento, la sensación de incomprensión, se “viven” porque en las ocasiones en las que deberíamos pensar, sentimos; y en las que sentimos, racionalizamos
Evitemos esta ambigüedad.
- Hay momentos donde pensar y otros para exteriorizar el sentir.
- Si luchas, puedes perder, pero si no luchas ya estás perdido.